
1. El hijo dilecto, aquel a quien me dedico de cuerpo y alma
2. Es mi hijo enfermo, hasta que sane.
3. El que partió, hasta que vuelva.
4. El que está cansado, hasta que descanse.
5. El que está con hambre, hasta que se alimente.
6. El que está con sed, hasta que beba agua
7. El que está estudiando, hasta que aprenda.
8. El que está desnudo, hasta que se vista.
9. El que no trabaja, hasta que se empleé.
10. El que se enamora, hasta que se case.
11. El que se casa, hasta que conviva.
12. El que es padre, hasta que los críe.
13. El que prometió, hasta que cumpla.
14. El que debe, hasta que pague.
15. El que llora, hasta que calle.
Y ya con el semblante bien distante de aquella sonrisa, completó: El que ya me dejó…
…hasta que lo reencuentre…
Este es un mensaje a la NUEVA GENERACION DE PADRES DE FAMILIA
Lo grave es que estamos lidiando con unos niños más "igualados", beligerantes y poderosos que nunca existieron. Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así que, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres regañados por nuestros hijos.
Los últimos que le tuvimos miedo a nuestros padres y los primeros que tememos a nuestros hijos.
Los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos.
Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos no, nos respeten.
En efecto, antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres.
Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten.
Y son los hijos quienes ahora esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de vivir. Y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin.
Como quien dice, los roles se invirtieron, y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos, y no a la inversa, como en el pasado.
Se ha dicho que los extremos se tocan, y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos.
Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van. Si bien el autoritarismo aplasta, el permisivismo ahoga.
Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad.
Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo la sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros, ni destino.
Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad.
Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo la sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros, ni destino.
Esto ha dado lugar a que los niños asuman que tienen derecho a todo y a que nosotros creamos que es nuestra obligación dárselo.
Es nuestra obligación, entre otras, darles el afecto, respeto y estímulo que precisan para sentirse valiosos y capaces de triunfar en la vida.
Establecerles una disciplina firme y consistente que les permita desarrollar la fuerza de voluntad que necesitan para poder auto controlarse y convertirse en hombres de bien.
Decirles NO a todo lo que sea excesivo o pueda ser peligroso, así todos los demás padres digan SI.
Decirles NO a todo lo que sea excesivo o pueda ser peligroso, así todos los demás padres digan SI.
Inculcarles sólidos valores éticos y morales a través de un ejemplo claro y consistente de lo que es correcto hacer.
Y amarlos tanto como para darles muy poco, porque sólo así podrán comprender que a este mundo no vinieron a exigirlo todo, sino a aportar lo mejor de ellos.
¡ Gracias por acompañarnos!
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