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martes, noviembre 29, 2005

Escuela Cultura y Vida


Al comenzar este Nuevo Año Escolar 2005-2006 quiero compartir con ustedes esta lectura

"Escuela, Cultura, y Vida"
Octavio Henao Álvarez


Aspectos esenciales del maestro
Una condición fundamental del buen maestro es su compromiso con la formación humana. Formar es influir en la manera de ser y actuar de los alumnos, y es un proceso que involucra tanto la razón como la sensibilidad. La posibilidad de formar exige al maestro un proyecto de vida consecuente con los principios que orientan su labor educativa.
Es también una labor esencial del buen maestro tender puentes que comuniquen los alumnos con diversos dominios del conocimiento; señalar horizontes inagotables de saber; descorrer cortinas que ocultan la verdadera naturaleza de los fenómenos y las cosas.
El maestro debe ser capaz de expresar y sentir ternura, estar siempre abierto y sensible a las vivencias afectivas de los alumnos; transmitir en la experiencia de enseñar el goce del conocimiento; revelar a sus discípulos la manera cómo el conocimiento embellece la vida; contagiarles de actitudes de respeto hacia sí mismos, de entusiasmo y calidez en su relación con los otros, de auto confianza y valoración de sus posibilidades.
Debe ser una persona organizada en sus ideas, segura, y bien documentada para que su palabra comunique con claridad, convenza, tenga impacto, y movilice los alumnos hacia cambios significativos. Que maneje apropiadamente las diversas técnicas, recursos, y métodos de comunicación necesarios para hacer más atractiva y eficiente la transmisión de sus mensajes.
Presentación personal
La belleza es vitalidad, es una fuerza interior que se irradia a través de todo el cuerpo: gestos, movimientos, miradas, posturas, atuendos, silencios, expresiones.
La apariencia corporal es el reflejo de nuestro estado interior. Si poseemos paz y armonía espiritual nuestras expresiones, posturas, y movimientos lucirán más esbeltos, espontáneos y coordinados.
El maestro tiene que mirarse a sí mismo, descubrir que reflejan sus expresiones corporales, percatarse de la fuerza comunicativa que tiene y proyecta su cuerpo. El rasgo más hermoso que puede acompañar la presentación del maestro es una actitud que revele nítidamente alegría, sensibilidad, compromiso, esfuerzo, deseo de superación, convicción moral, y honradez intelectual.
Afectividad y aprendizaje
La escuela suele disociar el aprendizaje de los sentimientos, relegando así el mundo afectivo de la experiencia intelectual. En consecuencia las personas actúan regidas primordialmente por sus razonamientos lógicos sin considerar las implicaciones humanas de sus actuaciones, sin sentir el conocimiento. Tampoco se mezcla el aprendizaje con la alegría, la motivación, el entusiasmo, el deseo, y las distintas sensaciones corporales. Es indispensable recuperar una actitud amorosa en la cotidianeidad educativa. El amor nutre la preocupación constante y sincera por el mejoramiento del otro.
Una atmósfera cálida y humana es siempre garantía de un aprendizaje mejor y más significativo. Adicionalmente a los logros académicos un ambiente así desarrolla otras actitudes esenciales para un buen desarrollo personal tales como: confianza en sí mismo; capacidad de escucha; aumento de la creatividad; disfrute de la compañía de los demás; capacidad de dar y recibir ternura; capacidad de expresar con espontaneidad distintos sentimientos.
La afectividad es un elemento presente y fundamental en todos los eventos de interacción escolar. En la construcción de una nueva escuela más vinculada con la vida, el conocimiento y el afecto tienen que estar estrechamente relacionados. Si un maestro no revela un interés profundo y sincero en las disciplinas que enseña difícilmente hará significativa y motivante para los alumnos la experiencia de aprender. La tarea de enseñar debe irradiar alegría, verdad, y convicción para que induzca aprendizajes jubilosos y comprometidos.
Enseñanza y comunicación oral
Decir no es enseñar. La verdadera pedagogía se funda en una comunicación recíproca entre el maestro y el alumno. Podemos hablar con más belleza, fuerza, y convicción de lo que hemos sentido y experimentado. Sólo la palabra que tiene un claro sabor a vivencia llega al alumno y lo incita a crecer
La comunicación es deseo y necesidad de conocer. Exige interés en el otro, capacidad de escucha, apertura, disposición a percibir lo que el interlocutor siente y piensa. Comunicarse es atreverse a estar cerca, es asumir el riesgo de que el otro nos sorprenda.
La efectividad y calidad de la comunicación oral dependen de la habilidad del maestro para emplear los métodos correctos en el momento oportuno, y del gusto y propiedad con que maneja su tema de exposición.
Con su palabra el maestro exalta o degrada el espíritu de sus alumnos. Un reproche o un elogio pueden marcar el destino de un niño. El respeto, la prudencia, la ecuanimidad, la sabiduría deben iluminar siempre las expresiones verbales del docente.
El maestro debe reconocerse como sujeto que, aún inconscientemente, está comunicando. Nuestras palabras comportan más significaciones de las que queremos expresar; llevan consigo valoraciones y sentidos inconscientes.
El nuevo rol del maestro
Es necesario que el maestro esté siempre aprendiendo. Los buenos maestros no serán necesariamente aquellos que más conocen la información teórica y fáctica de una disciplina, sino los que permanentemente y de manera creativa estén incorporando a su trabajo docente la nueva información que se genera. El nuevo maestro que necesita la sociedad moderna debe ser un experto en aprender, no simplemente una persona con formación especializada en un área del conocimiento.
El buen maestro no es aquel que pretende que sus discípulos lo imiten. El maestro verdadero es el que alienta y estimula:
la audacia de ser diferente
el deseo de explorar lo desconocido
el valor de disentir de las creencias y opiniones generalizadas
las ganas de soñar otros mundos
el conocimiento de sí mismo
la lucha por la libertad
el derecho a la felicidad
la búsqueda de la belleza
la rebelión contra la injusticia
Valores
La misión fundamental de un educador es cultivar el espíritu de los alumnos, no atiborrar su cerebro de conocimientos. El discípulo debe ver en su maestro un portador de los mejores valores de la sociedad: la autenticidad, la pasión por el conocimiento, la honradez, la disciplina, la generosidad, la autocrítica, la sencillez, el patriotismo, la identidad cultural, el respeto por la naturaleza, la valoración de lo estético, el optimismo frente al futuro. Sólo si la educación logra atraer y comprometer a los mejores hombres, podrá pensarse en proyecto educativo que responda cabalmente a las necesidades y expectativas de la sociedad.
Un maestro no tiene que ser el ejemplo viviente de todas las virtudes, ni el único o mejor modelo que sigan los alumnos en todos los campos. Sí debe ser un testimonio de superación y desarrollo humano permanente. Es necesario que cada día sienta la necesidad de crecer, de elevar su condición humana.
Sólo si el maestro es capaz de exigirse siempre búsquedas más elevadas en lo cognitivo, lo sensitivo, lo estético, y lo afectivo, sintiendo que entrega en su trabajo lo mejor de sí mismo, podrá mostrar a los alumnos que hay muchos campos en los cuales sería hermoso y necesario crecer, alentando en ellos un deseo constante de lucha y superación. El proyecto educativo institucional
Es una estrategia a través de la cual se puede gestar la formación del nuevo ciudadano que reclama el país. Es una posibilidad para que maestros, alumnos, y comunidades desplieguen su autonomía y ejerzan con protagonismo su derecho a participar en la creación de una sociedad más amable, solidaria, reflexiva, y vital. Es la búsqueda del sentido y la identidad de las instituciones educativas para transformar y mejorar los procesos pedagógicos y administrativos. Es una oportunidad especial para que cada institución sueñe y defina su misión, sus propósitos, y tareas. No es un texto más de planeación rutinario y obligatorio. Es un proceso permanente de construcción colectiva que debe considerar:
Las tendencias y visiones educativas en el ámbito mundial
Las necesidades de mejoramiento cualitativo y cuantitativo de la educación.
Las normas y leyes sobre el sistema educativo
La vocación educativa, la filosofía, e identidad formativa de la institución.
La historia y la dinámica propia de la institución
El contexto social, ambiental, y cultural
Las capacidades académicas y humanas del personal docente
Las posibilidades y demandas de la población a la cual sirve
Los mejores ideales educativos de los maestros y la comunidad
El humor
Un propósito loable del nuevo maestro es atenuar la rigidez característica de la educación formal, contribuyendo a transformarla en una experiencia más lúdica y divertida. La experiencia escolar no puede seguir siendo un tributo a la monotonía, al aburrimiento, a la memorización sin sentido. Es urgente y necesario poner en cuestión el viejo precepto según el cual "el sufrimiento es una condición para aprender". Los educadores no tienen que poner cara solemne para conseguir que los alumnos les respeten y obedezcan. El rigor científico no riñe con un tono festivo.
La seriedad ante el trabajo y la vida no implica una actitud acartonada, rígida y ceremoniosa. Creerse sabio es lo más ridículo que uno pueda imaginar. El buen sentido del humor refleja una gran capacidad crítica y agudeza de análisis. Aunque el humor suele asociarse a la frivolidad, y considerarse opuesto a la seriedad y a la formalidad, es parte de una actitud concienzuda y rigurosa.

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